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Esos Quirófanos

Esos Quirófanos

Esos Quirófanos
ACERTIJOS por Gilberto Haaz Diez

La muerte de Talina Fernández nos hizo recordar aquellos momentos que Luis Donaldo Colosio luchaba por su vida y Jacobo la conminaba a que entrara al quirófano, donde todos sabemos que allí solo entran los médicos que están operando, y en las películas hemos visto cuando no dejan entrar ni a las familias. Me acordé de la muerte de JFK y ayer volví a ver la película Parkland, dirigida por el gran Tom Hanks y actuada por picudos como Zac Efron, Paul Giamatti, Billy Bob Thorton, estrellas de Hollywood. La película narra el instante que el cuerpo baleado del presidente americano llega al hospital Memorial Parkland, que un día conocí cuando, en dos veces, o tres, he estado en ese sitio donde lo balearon y hoy es un Museo dedicado a su memoria. Está igualito a cómo lo estaba cuando, dizque Lee Harvey Oswald le disparó. Solo ya no está el letrero arriba de la librería del Hertz, ese ya lo quitaron, pero de ahí en fuera está todo igual. En el piso tienen marcadas con unas cruces donde dieron los balazos al presidente, en aquel noviembre trágico para el mundo. Es el Museo del sexto piso en la Plaza Dealey, cobraban 14 dólares por entrar. Un guía te lleva al edificio con sus elevadores, abajo hay una tienda con souvenirs de Kennedy, gorras, llaveros, tazas, todo lo que se pueda comprar de ese presidente amado. Entramos como cuenqueños despistados, arriba están las cajas de cartón donde, supuestamente, Lee Harvey Oswald disparó al presidente con un viejo rifle. Las cajas donde posó el rifle están colocadas como aquel día funesto. Hay reliquias que han comprado, la cámara de Abraham Zapruder, un fabricante de ropa que filmó por casualidad el asesinato con un nervio y pulso de primera, porque nunca movió la cámara y se ve cuando una bala pega de frente destrozando el cráneo de JFK. La película Parkland narra el momento cuando el FBI le quiere incautar esa cámara, pero el hombre no se deja y les da una copia, pero otra la vendió a la revista Life y se publicó al mundo, si no, la conjura hubiera quedado a oscuras. Aquella compra fue por 150 mil dólares, años más tarde el gobierno compró a la familia de Zapruder otra copia por 16 millones de dólares, para la sección de Archivos Nacionales de Washington. Esa película aclara que un tiro le pegó de frente. Existe también el teletipo de Asociated Press, donde dieron la noticia de la muerte.

RUMBO A LA PLAZA

Pido al Concierge del hotel en Dallas, nos indique cómo llegar al lugar donde fue acribillado el presidente Kennedy, un 22 de noviembre de 1963. Me dice cómo. Sugiere tome un tren que va a ras de piso, nada de Metro ni elevado. A ras de piso. El ‘Transit Pass’. El boleto más barato vale 4 dólares, pero es por todo el día, uno puede andar enchicualado o tristeando arriba de ese tren que mueve al millón y pico de personas que aquí viven. Meto ocho dólares a la máquina y entrega dos boletos. La rareza comienza cuando arriba del tren o tranvía medio rápido, nadie te pide el tiquet. Me explican que, como en Europa, de repente suben inspectores y si te agarran fuera de base, las multas son fuertes, de 75 a 100 dólares. Camino al tren, un alto y un par de Coronas, las cervezas mexicanas, si voy a pagar 4 dólares por una, prefiero que sea mexicana. Voy a la esquina donde balearon a JFK. Veo el edificio donde dicen que Lee Harvey Oswald le disparó solito. Mentira de muchos.

EN LA PLAZA DEALEY

Aclaro que fui un día de calor y otro de frio. El calor pega durísimo. 42 grados. Me acerco a ese cruce de las calles Elm y Houston, estoy a minutos de ese sitio que juré algún día visitar. El tranvía nos deja a escasas cinco cuadras. Caminamos hacia la Plaza Dealey, escenario de aquella batalla de francotiradores. Cuando sorprendieron al mundo y al mismo Servicio Secreto, al que le aniquilaron a su comandante en Jefe. Llego al parque. Veo el edificio de librería, el Texas School Book, que hoy sirve de Museo donde exhiben asuntos de ese día. Hay gente en la plaza. Todos se toman las fotos. Comienzo con las mías. Fijo los sitios dónde había los tres tiradores, el almacén ya muy famoso donde, según esto, Oswald lo hizo todo solito. La barda de madera donde le pegaron el tiro de frente, que hizo que el film de Zapruder pasara a la inmortalidad al captar como la cabeza del presidente era sacudida hacia atrás, producto del impacto de la bala, y el otro edificio aledaño, veo también el puente de la autopista, donde estaba un cuarto tirador, por si fallaban los otros tres. Historias de aquella Dallas, que un día se maldijo cuando mataron a su comandante en jefe, y el quirófano los hizo recordar aquello. Más cuando, ya muerto, los sheriffes texanos no querían que el cadáver se fuera porque, por ley, ellos tenían que hacer la autopsia. El Servicio Secreto desenfundó sus armas y lo sacaron en vilo, en el ataúd rumbo a Washington, de donde ese día no debió haber salido. En ese mismo avión, el texano Johnson juró como presidente, con Jackeline al lado, destrozada y con su vestido rosa cubierto en la sangre presidencial.

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