Y se marcho
En el cargo que tenía, el dos del organigrama, secretario de Gobierno de Veracruz, era un hombre muy temido, pero también muy odiado. Eric Patrocinio Cisneros Burgos, se marchó y a su barco no le llamó libertad. Por doquier le arriaron, y no es que la prensa y los columnistas le hayan tenido miedo, es que, como le dijo el padre del Papa Francisco a su hijo cuando se encumbró a Cardenal. Saluda a todos, porque los que hoy te reconocen tu ascenso, al final, si caes, también estarán presentes. Este hombre gobernó con mano de hierro, pero la dura, no la legal. No hubo medio veracruzano y redes sociales que no lo maldijera. “Corren a Patrocinio. Por fin se fue, pero sería bueno que regrese lo que se llevó”, tituló El Buen Tono Córdoba y Orizaba. Un morenista confió que, amafiado con la gente perversa de este gobierno, que ahí andan todavía incrustados y si gana la Nahle tiene que llegar con una Koblens a echar una limpia, empezando por el asiento del gobernador, que tiene que estar más salado que calzoncillo de pescador. Si es la oposición, ahí ni dudarlo, no quedarán vestigios del paso de estos atilas, que utilizaron el poder y el gobierno para encarcelar opositores y brincar encima de los que se podían o se dejaban. La caída de Cisneros ocurrió cuando comenzó a fijar panorámicos por todos lados, cuando hasta el bolero del parque sabía que esa candidatura de Morena estaba ya apartada para Rocío, como le apartaron a la Sheinbaum la suya. Y alguien le llevó el chisme al presidente AMLO, porque cuando una reportera o reportero va de Veracruz a Palacio, donde solo entran los consentidos que traspasan esa frontera que palomea Jesús Ramírez Cuevas: ‘Este entre, este, no’, es que alguien se encarga de llevar la mala nueva a la mañanera. Así ocurrió. AMLO dio la orden de que renunciara, si quería batear en las grandes ligas o en los playoffs, por entrar al mundo beisbolero. No le hizo caso al presidente y se le rebeló al gobernador, de quien dicen lo tenía comiendo en su mano, porque le sabía todo, o casi todo, o más de todo. El hombre siguió campante y las estrellas seguían su camino. Hasta que una mañana el sol brilló, pero en el otro bando, en Coatzacoalcos. Y un día después brotó un video en redes muy majadero, emulando el viento a Juárez el secretario dijo que se la persignan, y muchos creen que iba dirigida a Nahle y a AMLO. Estaba enojao.
EL ASCENSO DE LA NAHLE
Esa mañana el mismo presidente, en Coatzacoalcos, la tierra de donde Rocío dice ser y no zacatecana, en una reunión presidencial AMLO le dio la luz verde. Entre loas y reconocimientos, ninguna queja, el presidente tabasqueño iluminó el camino de la secretaria de Energía. No le importó que Dos Bocas haya costado el triple, la alabó y reconoció su trabajo y la Nahle solo sonreía, bien iluminada como no le iluminó el camino de su ‘hermano’, el tabasqueño Adán Augusto, que llegó una mañana a Palacio y no agarró hueso, o no lo quiso o era una vergüenza andar de aplaudidor de la Sheinbaum. Al menos tuvo algo de dignidad, cuando el presidente anunció que le rechazó regresar al gobierno. Tiene Morena ya sus barajas abiertas. Ahí están los que tienen pocas o nulas posibilidades, desde Cheko Gutiérrez Luna hasta Manuel Huerta, Zenyazen busca una candidatura, o al senado o a la diputación, Eric va de relleno y una tal Claudia Tello apareció en esas listas donde la predestinada y elegida por el dedo del señor, es quien fuera secretaria de Energía. Ella comenzará a dirigir el gobierno, si es que no quiere perder, desde esta semana que comienza, no tiene bastón de mando, pero como si lo tuviera, comenzarán los enroques y los despidos y las movidas como tablero de ajedrez a la Bobby Fischer. La oposición ya tiene las cartas abiertas en el frente de guerra. Ahora tendrán que mover sus piezas y lograr a la brevedad posible su candidato o candidata al gobierno de Veracruz. Algunos aseguran que no estaría mal ponerle a una mujer enfrente, que sería en uno de los casos la alcaldesa de Veracruz, Patricia Lobeira de Yunes. O el tapado. Pero urge que se muevan, porque las horas cuentan y las horas avanzan, como lo dijera el Premio Nobel español, Camilo José Cela, cuando recibió ese honor: “Mi viejo amigo y maestro Pío Baroja tenía un reloj de pared en cuya esfera lucían unas palabras aleccionadoras, un lema estremecedor que señalaba el paso de las horas: todas hieren, la última mata”.