Del plato a la boca o Guadalajara llora
Columna ACERTIJOS por Gilberto Haaz Diez
Hablemos de futbol. Era la final de la liguilla. Medio país daba por un hecho que las Chivas de Guadalajara se coronarían, jugaban en casa, un equipo joven, enfrentaban a un rival formado por puros viejitos, entre ellos el tal Gigñac, su goleador e ídolo, que carga en sus espaldas 37 años. Los Chivas eran jóvenes, con la velocidad y el empuje se gana. Pues allí estábamos ese domingo, que no era un domingo cualquiera, después de que el primer juego fue infumable y aburrido, aquí ya habría campeón, o en tiempos extras o en penaltis, pero lo habría. Encendimos la tele, suelo verlo en Azteca, por sus cronistas, que son desmadrosos los cuatro: Luis García, Martinolli, Zague y Jorge Campos. Pero a los 30 minutos cambié de canal, exageraron en los comerciales, encimaban un comercial, porque la lana es la lana, y es uno de los eventos que más caro cobran, el dinero por encima del rating, hubo comerciales que no dejaban ver la jugada, y se veía o el de los autos o el de los jabones o los seguros. Y también en sus comentarios. Me harté de ellos, por mercachifles y me fui a Televisa, ahí estaba bien todo, había uno que otro, pero sin exageración. Cuando llegó el primer tiempo, Chivas saboreaba la gloria. Un 2-0 de ventaja daba espacio a ello. Pero los viejitos de Tigres se pusieron las pilas con el mejor jugador de esa cancha, el mexicano Sebastián Córdova. Esas nuevas Chivas tienen su historia. Le gustan al pueblo, porque históricamente son puros mexicanos, ahora contrataron a un español, como director deportivo, Fernando Hierro, que jugador capitán ha sido del Real Madrid y entrenador de la selección española, y al hombre venido de la antigua Yugoslavia, un Serbio-Español con un nombre difícil de pronunciar, Veljko Paunovic, jugador en Europa y de chico sufrió la guerra de los Balcanes, viene de países de sufrimiento y guerra y, aunque perdió, se ganó el respeto de entrenadores y del público. A Chivas le faltan dos o tres chamacos con la jerarquía de Córdova, con esos ganaban esa final. Ni modo, será para la otra. Tigres (8 campeonatos), Chivas (12 campeonatos)
METER A LA CARCEL
Meter a la cárcel o hablar a destiempo. En campaña muchas cosas se dicen, se amenazan, sirven para que el pueblo se alborote y emocione. Hay gente en la política que asegura es mejor no hablar nunca antes de tiempo. A Colosio le pasó, señalan algunos historiadores, ese discurso del Monumento a la Revolución, el de veo un México con hambre y sed de justicia, lo hizo pasar a la historia, de los panteones, dicen algunos. El chaval Ricardo Anaya, en la campaña presidencial pasada, a cada rato decía que, si ganaba la presidencia, metería a la cárcel al presidente Enrique Peña Nieto. El presidente goza de cabal salud en España jugando al golf, apoyado por un pacto con ya saben quién, y Anaya anda de huida fuera del país. Es mejor callar y actuar. Cuento esto porque a Lilly Téllez, la panista, le entró el síndrome de ‘meter a la cárcel’, y juró que a AMLO lo encarcela. Esto respondió el presidente: ‘De forma sarcástica y con la consigna “¡Lilly aguanta, el pueblo se levanta!”, el presidente Andrés Manuel López Obrador llamó a la oposición a no marginar a la senadora Lilly Téllez en la carrera para la candidatura presidencial de 2024 pues aseguró que encabeza las encuestas, además de que es muy atractiva su propuesta de que si llega a la Presidencia lo meterá a la cárcel. En conferencia de prensa en Palacio Nacional, el Mandatario federal señaló que tiene mucha gente que simpatiza con él, pero también, “muchos malquerientes” por lo que la senadora tendrá muchos votos. “No pueden dejar de fuera a Lilly Téllez, ya la están queriendo hacer a un lado, y Lilly Téllez está muy bien posicionada en las encuestas, está en primer lugar. Además, es muy atractivo lo que propone, dice que si ella gana me va a meter a la cárcel”. Bien lo decía Kamalucas, un filósofo de mi pueblo: Uno es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras.