La caseta del mal
Columna ACERTIJOS por Gilberto Haaz Diez
Van apenas unos días que el rostro de orizabeños y cordobeses y fortinenses cambió. Se respira alegría y quietud, se respiran aires de libertad cuando nos quitaron un muro de la ignominia que, para cruzar la frontera de Gaza, entre Córdoba-Orizaba-Fortín, teníamos a veces que dormir allí o esperar por varias horas. Era tanto el tráfico que las colas se iban a cuatro o más kilómetros, y el peso de los tráileres doble cajas al Puente de Metlac, llamado Ingeniero Mariano García Sela, pero conocido entre la flota como el de Metlac, por su barranca hermosa, ese puente cuando nos tocaba allí aguardar, apretaba uno aquellito, porque se cimbra, pues los pilotes (sin ser ingeniero) están hechos con vibradores para que no se colapse o cuartee el cemento. Eso lo aprendí en la Universidad de Tierra Blanca, con el maestro Hugo Barragán Ortiz (QEPD), un hombre que nos enseñó de todo, desde el ajedrez cuando no nacía aún Bobby Fischer, hasta el futbol americano que, en aquellos años, lo jugábamos llamado de ‘tochito’, es decir tocar al contrario y ya estaba la jugada ganada. Eran los años en que no había balazos ni abrazos, que el mundo no se convulsionaba con tantas maldades que nos aparecieron. Pero estaba en la caseta y ya me desvié. Y le deseamos buenos vientos para que sea derrumbada.
LOS CORDOBESES QUE BRILLAN
Hago unas líneas para resaltar la labor de un tenista cordobés, Santiago González ‘Santy’. Este hombre nacido en la ciudad cafetera, un febrero de 1983, de 40 años, anda brillando en los campos grandes de tenis. Alguna vez que estuve yo mero en Londres, en Wimbledon, vi su nombre entre la lista de los grandes finalistas. Es nuestro Raúl Ramírez, aquel legendario doblista mexicano. Santy ha ganado torneos y trofeos y apenas en el Open de Madrid de esta semana, llegó a semifinales. Otro que brilla es Miguel Layún, cordobés de 34 años, que con el América y la selección nacional le dan brillo a su juego, a su pueblo, y a su familia. Uno más, José Javier Abella Fanjul, futbolista del Atlas, andan ahora en la repesca de la liguilla y ganaron. Son los cordobeses que en el deporte ahí van poniendo el nombre de su ciudad bien alto.
EL PADRE DEL EMBAJADOR
Hace unos días, cuando el hotel Orbe no había cerrado, tomé un café con Juan Pablo Villegas, que es padre del embajador ante la Federación rusa de Putin, Eduardo Villegas Megías, nacido orizabeño en 1978, escritor y filósofo mexicano. Putin acusó a Ucrania que lo querían matar y derribaron un dron rascuache ante el Kremlin, dron que parecía un chinampín y que lo atacó un misil defensivo, ese cuete parecía hecho en Tierra Blanca, porque ni explosión hubo. Fue una jalada, para poder seguir atacando sin piedad a Ucrania. El presidente ucraniano dice que ellos mismos lo tiraron. El hijo orizabeño avanza en el ruso, llegó de la mano de la señora Beatriz Gutiérrez Müller como embajador, hablamos un poco de su trabajo y me dio risa de un evento que tuvo ante grupos rusos de cultura con el Conacyt, el mismo día que su presidente mexicano lo quiere desaparecer del mapa con un poco de ayuda de los congresistas de Morena. Juan Pablo me regaló unos libros del escritor orizabeño, Guillermo Sánchez de Anda, ese mismo que escribió una apología a la Garnacha, que luce Salomé en su restaurante. También me regaló otro, ‘Presencia de un poeta en el mundo del humor’, del gran epigramista Pancho Liguori (1917-2003), orizabeño, escritor, cronista, educador. Pancho vivió la época de oro de la política priísta. Alguna vez un grupo de esos escritores de la revista Siempre, pidieron a las altas esferas de México que los dejaran elegir al candidato a la gubernatura, de allá les reviraron que siempre era mejor escogerlos de La periferia al Centro. Cuando eligieron al que no era su candidato, Liguori, en venganza le escribió un epigrama al dirigente nacional. Dice así: De la Periferia al Centro:
“En el jarocho parlar / una metáfora encuentro: / las piernas acariciar; / luego apuntar y ¡pa’dentro! / Eso se llama auscultar / de la periferia al centro”…