La derecha se radicaliza
Triques
La derecha tiene antecedentes de barbaries no sólo contra sus enemigos sino contra sus propios correligionarios. Todo con el fin de crear un mártir y montarse en la tragedia para ganar elecciones. Ahora vemos cómo empuja a Xóchitl Gálvez, quien con toda la ingenuidad que le caracteriza se creyó que puede ser presidenta de México. Claro, más ingenuos son quienes le creen.
Así como sucedió en Venezuela, en abril de 2017, donde la derecha disparó contra sus propios manifestantes, matando a tres de ellos, para culpar al gobierno de Nicolás Maduro, las evidencias mostraron la verdad, pero no fue fácil y el entretejido de la derecha la intención era muy clara, un atentado que todavía arroja dudas sobre los veredictos, gracias a la insistencia de los medios al respecto. Este no es el único caso donde la derecha asesinan a sus miembros para crear mártires.
A Colosio lo mató la derecha, desde el ángulo y perspectiva que se mire, la izquierda no fue quien lo asesinó. Su muerte benefició a los depositarios de los privilegios. Su muerte debió beneficiar a alguien con poder, un conservador o grupo de conservadores. El pueblo no lo mató.
Estos asesinatos sucedieron en el contexto de una polarización de fuerzas sociales cuando confluyeron en una manifestación en contra y otra a favor del gobierno. Preocupa, hoy, en México, la insistencia de algunos sectores de hablar de polarización cuando los enfrentamientos en el país sólo ocurren entre las huestes de los equipos en los partidos de futbol.
Desde hace cinco años la derecha insiste, a través de los medios, de las columnas de los escribanos, de las redes, que hay polarización en México. Así le llaman a la toma de conciencia de la población que les hace tener conciencia sobre la responsabilidad política, histórica y social de una derecha que sólo pelea por sus intereses.
Así, la forma y el estilo obsesivos de algunos medios muestra una figura artificial ratificada por ellos mimos, de manera prematura, como candidata, en un proceso de selección que no provoca protestas al interior de su partido, donde Gálvez tiene no sólo contrincantes sino enemigos. Es de sospechar el silencio de los frustrados que rebasó esta mujer para ser una candidata de paja, sin que el proceso de la recolección de firmas y su correspondiente ratificación se lleve a cabo.
En fin, ni en el PAN hay unanimidad respecto a la figura de Gálvez como candidata, menos aún en el PRI o en el PRD. Algo debe suceder.
La oposición sabe que ni siquiera creciendo un punto por semana Xóchitl puede ganar una vez que su nombramiento sea oficial, si es que llega ella a ser candidata para ese día. El desgaste al que está sometida es intenso y su figura no es de lucha política ni de convicción social.
Es evidente que a Gálvez no le alcanzan los números, pero si se le convierte en mártir, y se aprovecha el hecho su sucesor como candidato sí puede ganar las elecciones en 2024. Tendrían que reunir varios incidentes, conjuntarlos y encerrarlos en un paquete electoral como capital político del candidato que surja luego de su atentado, que, dadas las experiencias previas en la política de derecha no es descabellado.
Desde luego que una vez ocurrido el hecho se responsabilizaría a López Obrador, en una difusión tan profusa que intentará convertir a los medios en juzgados y a las noticias en testigos.
La derecha mexicana no puede sobrevivir más tiempo sin poder, de tal manera que sabe que debe tomar medidas extremas, radicales, sin importar los medios quieren alcanzar su fin.