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La expropiación light a Ferrosur

La expropiación light a Ferrosur

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ACERTIJOS por Gilberto Haaz Diez

A todas luces fue una expropiación light. Más bien consensada. Lo aseguró el secretario que siempre está Agusto, que estaban platicando con la empresa, para que ese tramo de 120 kilómetros, donde se ubica el Corredor del Istmo de Tehuantepec, lo operara el Estado, para la seguridad nacional. O sea, mientras muchos se desgarraban las vestiduras, aquello se suponía que había sido pactado, como lo fue la compra de la energía a la empresa española, Iberdrola, que el presidente compró y los dueños se fueron felices y contentos de que habían hecho un buen negocio. Y el gobierno, que ya le traía ganas a esa empresa y su energía de expropiarla, pues la compró. Y aquellos se marcharon con sus dólares y a su barco le llamaron libertad. Así con Germán Larrea. Una mañana antes del anuncio de expropiación light, lo llamaron a Palacio Nacional y ahí seguro salió humo blanco con un acuerdo, y con su nuevo banco Banamex en la bolsa. La vida es así, ya lo dijo Kamalucas, un filósofo de mi pueblo: “La suerte es una flecha lanzada que hace blanco donde menos se espera”. Otra, las vías férreas y los trenes debieron haber sido operados por el gobierno mexicano. Cuando Ferrocarriles Nacionales de México, operaban bien, con todo y que había sindicatos corruptos. El mejor ejemplo es España, el gobierno opera la totalidad de los trenes, en Renfe (Red Nacional de Ferrocarriles Españoles), que trabaja desde 1941 con eficiencia y calidad, desde los trenes más económicos hasta los de Alta Velocidad como el AVE, pero esa es historia para otro día.

Y LLEGO LA MARINA

Cuentan los que saben de estas cosas, que el gobierno le hizo un poco al Echeverría que todos llevan dentro. La Marina llegó, como cuando Echeverría tomó las tierras del Valle del Yaqui (1976), y al lado de su operador, Augusto Gómez Villanueva, se hizo de grandes extensiones que quitó a los privados latifundistas para darla a los campesinos. Echeverría se sentía un Lázaro Cárdenas revivido. O como cuando aquel golpe a la nación de Jolopo, una mañana de 1982, todo enojado, desde el púlpito de la Nación, en un informe de Gobierno, dijo: “Ya no nos volverán a saquear” y se metió a la buchaca a los bancos, que mexicanos eran y los Legorreta y Espinosa Iglesias y los jerarcas del libanés Banco Aboumrad y amigos que les acompañaban, no les quedó más que apretar aquellito y llorar y llorar, como dice la canción. Comentan que no les fue mal, que Jolopo pagó bien esa toma bancaria, que luego regresarían De la Madrid y Salinas. Así le pasaría a Germán Larrea, a quien el presidente llamó un día antes a Palacio Nacional y le habrá arrimado los caballos, para que fuera entendiendo que dónde manda capitán no gobierna marinero. El gobierno anunció que es una toma temporal, pero, vista desde cualquiera ángulo, no es como la Toma de Zacatecas, cuando mi General Villa llegó tumbando caña contra el malvado Victoriano Huerta (así lo leímos en los libros de texto de primaria), y a su lado llevaba al gran artillero, Felipe Ángeles, que en aquel tiempo nunca pensaría que tendría de nombre un aeropuerto, al que no se pararían ni las moscas.

LAS EXPROPIACIONES VERACRUZANAS

Y me fui a la memoria cuando en Veracruz, el Hombre Leyenda, en sus dos años de gobernador, Fernando Gutiérrez Barrios, se le ocurrió una Ley de Expropiación, que puso a temblar a los organismos empresariales y a todo Veracruz y a Dante lo puso a parir chayotes, porque su jefe le dijo: o la arreglas o la arreglas. Platico con Efraín Ralero Trinidad, que era en aquel tiempo presidente de la Fedecanaco y Yo Mero era de la Cámara de Orizaba, a sus 88 años está lúcido el empresario veracruzano, retirado ya en los negocios, me imagino que en mano de sus hijos, nos acordamos un rato de aquellos días. Dante Delgado era el operador nato, secretario de gobierno veracruzano, afilaba los dientes para quedarse con la gubernatura, porque, a la llegada de Carlos Salinas algunos imaginaban que necesitaría a ese hombre que hizo leyenda, para llevarlo a México a la secretaría de Gobernación y descabezar el sindicato petrolero en manos de Joaquín ‘La Quina’ Hernández Galicia. Hubo varias reuniones con Dante. Unas en el edificio de Canaco en Veracruz, otras en Orizaba, en casa de su hermano Pablo. Y en todas salíamos empatados. No había ni penaltis. El cordobés sacaba tarjeta amarilla y decía amenazante: “No me puedo ir sin una solución. No voy a llegar con el gobernador a decirle que no hay arreglo”, se cruzaba de brazos como el beisbolista Randy Arozarena, como diciendo: ¡Éntrenle! Y se iba todo enchilado. Al final, después de un desplegado en el diario Excélsior a nivel nacional, Fernando Gutiérrez Barrios le metió reversa y va pa atrás esa Ley de Expropiación. Esa historia se congeló y Dante llegó a gobernador del cuatrienio. Una mañana le avisaron que él cubriría esa cancha y Dante llamó por teléfono a Gerardo Poo Ulibarri, quien luego sería su jefe de Finanzas, le dijo así, con inspirado acento: “Viejo, ¡ya chingamos!”. Final feliz para todos.

magaly

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