Los tiempos presidenciales
Gilberto Haaz Diez
Todo se le podrá criticar al presidente AMLO, menos que meta la mano para los ceses y renuncias. Ayer criticó al secretario de Gobierno de Veracruz, por andar promoviéndose a la candidatura de Morena por Veracruz. Le mandó un estate-quieto, pero hasta allí. Otros eran los tiempos que la palabra presidencial, cuando dictaba un comentario, el cese era inmediato. Pero aquí no pasa nada. Como Zeus, dios del trueno, ese rayo no cayó sobre la testa pelona del afrojarocho. Atrás quedaron los tiempos cuando la presidencia imperial dictaba las órdenes desde México y los gobernadores eran cesados. Es muy fácil de recordar aquella de Carlos Salinas de Gortari, cuando la negociación con el PRD llegó, cortó de tajo la cabeza del gobernador electo de Michoacán, Eduardo Villaseñor, empresario agrícola de la zona de La Piedad, que por 21 días ejerció la gubernatura y una mañana el hombre leyenda, secretario de Gobernación, Fernando Gutiérrez Barrios, le llamó con la instrucción presidencial de ceder la gubernatura a Cristóbal Arias, por una negociación con el PRD. Don Fernando le dijo escuetamente, que ya le había enviado por Fax la renuncia, que solo la firmara y la devolviera por el mismo conducto. Ni se quejó. Pataleó, pero aceptó. Así eran los tiempos aquellos, Those were the days my friends. Cisneros por ahora duerme tranquilo.
ULTIMA HORA: El góber Cuitláhuac ya anunció que Cisneros no va por ninguna candidatura y que los panorámicos y publicidad de él, “pedirá a quienes la hicieron, que omitan su nombre, se usen para otras cosas o que se borren”. Órale pues.
EL PASTO SAGRADO DE WIMBLEDON
En 2018 anduve por Wimbledon. Rememoro ese caminar: “Los días son variados, los hay con calor y jalar la remera, como le llaman los argentinos a las playeras, donde desde la mañana el frio cala y hay que jalar la chamarra. A la compra de los tiquetes, que varían entre 12 y 15 libras esterlinas, tarifas para niños, adultos y la tercera edad, llegamos a tomar la última tour de la tarde, después de la comida familiar, el recalentado que le llamamos en Veracruz. Un Uber nos llevó al estadio. El guía nos esperaba, todo en inglés, en una hora nos dio un paseo por las canchas aledañas donde practican los tenistas cuando llegan en julio a ese torneo, el más antiguo del mundo, desde 1877, el único de pasto que lucen orgullosos y lo cuidan como a su reina. Por cierto, la reina misma se dio una vuelta al estadio, anticipo del torneo que viene. El guía presumía todo, las canchas, el estadio central de 15 mil espectadores, hacía calor, uno se imaginaba ver una final, cuando el pasto, después de las dos semanas de combate cuerpo a cuerpo, el pasto ya se nota lastimado, como las porterías cuando les llueve metralla. Al menos yo mero, que un día me dio por el tenis y, entre otras cosas, en un Abierto de Estados Unidos en el Flushing Meadows de Nueva York, ahora llamado Billie Jean King, en honor a esa gran tenista, vi una final de lujo, Bjon Borg y John Mc Enroe, cuando aquellos no eran tenistas, eran unos dioses iluminados por el cielo, como lo es Messi y Cristiano Ronaldo y Neymar en el fútbol. Cuando llegas a la entrada principal, el guía menciona que allí solo verás relojes Rolex, patrocinador oficial del torneo, en el All England Tenis Club. Ahí han visto a los mejores del mundo, y ahí vieron también ganar en 1960 al mejor tenista mexicano, Rafael ‘Pelón’ Osuna, se lo dijimos al guía cuando vimos la galería de los ganadores de dobles, y también a Antonio Palafox, que lo ganó con el pelón Osuna, y Raúl Ramírez que hizo dupla con el gringo, Brian Gottfried. Glorias mexicanas, el Pelón muere trágicamente en aquel vuelo rumbo a Monterrey, donde volaba Carlos Madrazo y la conjura pensó que había sido un atentado. Cuando el tenis no volvió a ser lo mismo, al menos para México. Vimos también la galería del tenista cordobés, Santiago González, que ranqueado va a los dobles y que año con año aquí juega, que ya con eso es un orgullo, ganes o no. Cuando llegas a la cancha principal y ves ese esa cancha en silencio, uno rememora las grandes odiseas que ahí se han dado, como Rafael Nadal lo hace en el Roland Garros de Paris, donde nomás lo ha ganado 11 veces, dejando un récord difícil de batir. Al término, entramos a la tienda de souvenirs, mínimo hay que llevarse una gorra para decir: aquí estuve y no me lo contaron”.