Una imprenta de 1832 (El Sembrador)
ACERTIJOS por Gilberto Haaz Diez
Cosas de la vida, ayer tarde una amiga me llamó para explicarme y preguntarme si sabía Yo Mero que en 1832 se inauguró en esta Orizaba una imprenta, que aún sigue laborando y trabajando tan campante, 129 años después. Con todo y que míster Gutenberg la inventó en 1450 y el mundo ya no volvió a ser el mismo. La gente aprendió a leer y comenzaron a imprimirse los libros, entre ellos La Biblia, el más vendido y editado en la historia. Pues esta imprenta de Orizaba, llamada El Sembrador, ubicada en oriente 6 esquina Sur 9, pertenece a la iglesia del Templo Anglicano, el único en todo el estado de Veracruz. Su iglesia es bella y dentro está la imprenta que, me propongo visitar estos días, y hacer un relato crónica, porque cualquier tipo de negocio que sobreviva más de 100 años es de admirarse. Debo hablar con míster Harris, cuyo abuelo vino a trazar lo que se derrumbó lo hecho en el Metlac, y, además, su abuelo lideró un grupo de ingleses que, al lado de los mexicanos, le dieron crecimiento a esta ciudad que era chelera y fabril y fue encontrando plantas de textiles: el Yute, Rio Blanco, Nogales, Ciudad Mendoza y Cerritos. Estos ingleses formaron equipos de futbol, canchas de tenis, creo que hasta jugaron criquet, pero no me consta. Años después, cuando las plantas confrontaban problemas, llegó un empresario inversionista, Juan Mata González (QEPD), y compró con su dinero, pues era un industrial de grandes ligas, la fábrica textil de Rio Blanco y hasta hizo un hotel, allí mismo hospedó un día al expresidente José López Portillo, pero esa es otra historia para otro día.
AQUEL VOCHO DE HITLER
Hace nada vi en un diario nacional, que el Vocho o Escarabajo, también conocido como Volkswagen, celebraba años de haber nacido y años de haber desaparecido, un 30 de julio de 2003. Fabricado con orgullo en Puebla, sigue siendo una joya de automóvil barato, económico, al que Hitler llamó el auto del pueblo. A Puebla, en tiempos de Díaz Ordaz, le dio vida a la ciudad, se creó una infraestructura de trabajo con miles de empleados, que hicieron de Puebla una ciudad con gran demanda laboral y comenzó su elevación a gran metrópoli del automóvil. Una vez se habló que esa planta vendría a Orizaba, pero quizá solo fuera una leyenda y, como el presidente era poblano, pues para su tierra. Allí dieron y dan empleo a 6 mil trabajos directos y 14 mil indirectos. En 1998 tuvo un regreso modificado como Bettle. En Puebla salió el último Vocho, después de haberse fabricado por 70 años. 21 millones y medio de autos se vendieron en el mundo. Una barbaridad. La última unidad producida se encuentra en el Museo de Volkswagen en Wolfsburgo y otro de estos codiciados ejemplares fue obsequiado al papa Juan Pablo II por un grupo de concesionarios de la marca en México. Tiene su historia. Cuando Adolf Hitler se alzó con el esperado poder en 1933, decidió poner en marcha un plan de fomento de la industria automotriz, con el objetivo de relanzar sus fábricas y hacerlas más competitivas frente a las inglesas y las francesas. De este modo se lanzó un concurso a los empresarios para la concesión de la fabricación del denominado automóvil del pueblo (Volkswagen). Ferdinand Porsche fue el encargado de llevar a cabo el proyecto, cuyo fin era construir un vehículo sencillo y barato que pudiese estar al alcance de la mayoría de los alemanes. Hitler, antes de ser maloso, era un visionario admirado por los países europeos, dejó grandes autopistas que, hasta la fecha, son orgullo de los alemanes. Hoy en día el auto sigue cotizando, hace nada un amigo pretendía vender uno en 230 mil pesos, se convirtieron en autos de colección, Todavía se ven por las ciudades rolar uno que otro, bien cuidados, bien conservados y uno voltea a verlos con admiración. Fue un auto que marcó una era de vida y que aún siguen recorriendo algunas carreteras mexicanas, menos las de Capufe, porque por allí hay atascos, como ahora en Paso del Toro.